* La guía perfecta para no entender la vida de un expatriado, pero pueden intentarlo...

miércoles, 11 de septiembre de 2013

¡Magic everywhere!

Una vez superadas las emociones de las últimas semanas, decidí evadirme de mi realidad, poner rumbo a París, y darme un baño de fantasía.

Y es que, casualmente, el pasado fin de semana -de vez en cuando a Murphy le da por realizar alguna buena acción- el núcleo duro de mi entorno familiar, potrillos salvajes incluidos, se encontraban de vacaciones en Eurodisney. Así que para allá que me fui a celebrar con ellos mis últimas buenas nuevas...

Que una persona haya conseguido crear, con lápiz y papel, un mundo lleno de magia e ilusión, que haga que millones de niños de todo el mundo, y no tan niños, entren en un estado de éxtasis alucinatorio total y absoluto es, desde luego, digno de elogio. Mis queridos potrillos salvajes -oficialmente sobrinas- son dos más de esos millones de infantes alucinados que idolatran, sin filtro alguno, a todos esos personajes irreales de Disney.

"Potrillo salvaje 1": Una mezcla entre Koala, reina de Saba y pez ventosa, es más del club de las princesas, así que en su cuchi-panda encontraremos, ¡sopresa!, a Blancanieves, Cenicienta, Rapunzel, Bella y Mini. Pero principalmente, y nadie sabe muy bien porqué, idolatra, y mucho, a Goofy, con cuya versión de peluche comparte cama todas las noches desde hace ya casi 7 años; vamos, toda su vida.

Unas mechas californianas no le quedarían mal a Rapun...
Muy mona ella... (creo que es un hada)

"Potrillo salvaje 2": Mezcla de madridista, nadadora y ciclista, es más del club de acción, así que entre sus amiguetes más destacados se encuentran Buzz Lightyear, Rayo McQueen, Spiderman -éste creo que es de otra productora- y, como se podrán imaginar, pasa olímpicamente (enhorabuena a Tokio 2020) de todas las princesas...

¡Hasta el infinito y mucho más! o algo así...
El espéctaculo de Cars espectacular, valga la redudancia.

Y sí, aunque parezca mentira, "potrillo salvaje 1" y "potrillo salvaje 2" nacieron con un minuto de diferencia.

En fin, pasemos a la acción:

Arrancamos el día a las 6:30 de la mañana (ni cuando voy a trabajar) para llegar los primeros al parque; ya saben que al que madruga Dioniso le ayuda. Pero no ibamos a ser los primeros. Unas encantadoras japonesas vestidas de japonesas tradicionales y andando, muy graciosas ellas, como buenamente podían con unas mini sandalias de madera, se nos habían adelantado. La foto confraternizadora en la puerta del parque fue inevitable, y esa noche Tokio saldría elegida como ciudad olímpica para el año 'twenty twenty'. ¿Premonición? ¿Lola? ¿Murphy? No sé, son tantas cosas extrañas las que me suceden...

Total, que nos tomamos un 'relaxing cup of café con leche' y nos lanzamos a no sé qué galaxia a ayudar a Buzz Lightyear a matar a unos muñequitos con tres ojos. Mi nave, pilotada por "potrillo salvaje 1", daba vueltas como un pirulo -parecía que nos estuviera engullendo un agujero negro- así que se podrán imaginar ustedes, que disparábamos a todos los sitios, menos a donde teníamos que disparar.

El resultado final un desastre, pero la risa contagiosa de "potrillo salvaje 1", orgullosa de su premeditado y descontrolado pilotaje galáctico, suplió el hecho de quedar últimos en el ranking. Que a Buzz Lightyear le hiciera tanta gracia como a nosotros, pues no lo sé...

A continuación pasamos a un carrusel donde unos elefantes -me imagino que descendientes de Dumbo- daban vueltas en círculo, mientras subían y bajaban sin prisa alguna. En cada carrito un adulto acompañaba a un menor. Los menores controlaban el mando de subida y bajada de los paquidermos, mientras los adultos presumíamos de Smartphones y hacíamos fotos a destajo. El día prometía emociones... y de las fuertes.

Tras varios carruseles de desmelene total y absoluto, por fin llegamos a una montaña rusa de las de verdad. Junto con la hermana de la persona que conquistó el corazón de mi sister -creo que conmigo ostenta el título de concuñada- nos adentramos a toda velocidad, y esta vez sin potrillos salvajes, en una montaña rusa cerrada y con muchos loopings 360º. De verdad, salimos los dos cual pareja de borrachos, agarrados del brazo y dando tumbos. Yo aún tuve tiempo de avistar a lo lejos un cartel en movimiento que rezaba: Space Mountain. Me dije a mi mismo, ¡nunca más!

Pero nunca digas nunca más. Sin haber hecho la digestión del Space Mountain, nos metieron a concuñada y españolito en un simulador de Star Wars, donde vimos a Bigfoot Chewbacca... Ahí sí ya, los concuñados entramos en un estado irreversible de mareo, de esos de palidez, sonrisa tonta y disimulo, entre gritos de los potrillos:

- ¡Qué chulo! ¿os gusta? ¿os gusta?-

- Nos encanta, ¡pero Chewbacca, para esto ya de una vez...! -

Y así fuimos avanzando el día, entre risas, mareos y lucimiento del móvil, hasta que, de repente, se lió la marimorena.

De un trenecito chucuchú empezaron a bajarse todos los personajes clásicos de Disney. Se podrán imaginar ustedes, queridos lectores surrealistas, que todo el mundo se puso a correr sin rumbo fijo; en plan comienzan las rebajas...  Nosotros salimos disparados a la búsqueda y captura de Goofy. Mi querido "potrillo salvaje 1", claro está, entró en un estado de nerviosismo "que me meo toa", y cuando lo encontramos, multitud de personas se agolpaban ya a su alrededor buscando la foto y el abrazo con el famoso canino.

Tantas noches compartidas, tantas conversaciones, esos momentos "no metas a Goofy en la lavadora que se marea", tantas alegrías y penas... Había llegado el momento de conocer a su compañero de fatigas, a su idolatrado Goofy.

Pero cuál fue su/mi/nuestra sorpresa cuando por fin consiguieron hacerse un hueco y aproximarse al perrito, que va éste y las empujó, tal cual, dando prioridad a otros infantes.

Las caras de mis queridos potrillos era un poema. El mito se había desvanecido de golpe y porrazo.

¡Chucho de mierda!

Lloros y desilusiones fluyeron durante los siguientes minutos por el inesperado y desafortunado momento, pero todo iba a concluir felizmente, sin foto, pero felizmente, con la frase favorita de "potrillo salvaje 1": 

- No pasa nada... no era Goofy, sólo era un hombre disfrazado como él. - 

Si se pudiera comer a una persona a besos, lo habría hecho en ese mismo instante.


Ahí ven al dichoso perrito, perdón, al hombre disfrazado de Goofy

En fin, que fue un día mágico del alba al ocaso. Un mundo de fantasía, de música, de ilusión y sobre todo de sonrisas.

Del alba...
... al ocaso.

Les dejo con la canción que ha quedado adherida a mi memoria, y eso que soy íntimo de Dory, ¿tú quién eres?. Como diría un amigo de mi querido país de procedencia:

Imagine (léase en inglés) y nunca dejen de soñar.

Ya saben, ¡magic everywhere!




4 comentarios:

  1. Yo, que soy la concuñada que sobrevivió a Space Mountain del brazo del españolito (y que después salió como pudo del simulador de Star Wars para acabar gritando como alma poseída por el diablo en el ascensor del Hollywod Tower Hotel) , doy fé de que ese no era Goofy, ¡hombre, si se le veía la cremallera del traje!. Reconozco que mi primera idea fué la de ir y partirle las piern... estooooooooo, de afearle su conducta pero después me dije, qué mas dá, si no es el de verdad, el verdadero Goofy jamás haría algo así. El verdadero Goofy es el que iba en la cabalgata junto al pato Donald y compañía, si lo sabremos nosotros....

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    1. Concu.. que nosotros somos de la negociación y el diálogo, irónico y sarcástico, pero diálogo al fin y al cabo.

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  2. El contrapunto del Oeste15 de septiembre de 2013, 12:33

    Sí se puede. ¿No lo hiciste?

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