* La guía perfecta para no entender la vida de un expatriado, pero pueden intentarlo...

viernes, 25 de abril de 2014

Semana Santa 1: Agua de procesiones

Cinco de la madrugada. Mis ojos entreabiertos consiguen cerrar una maleta a medio hacer. Con prisa y sin pausa salgo disparado calle adoquinada abajo. La hiper-actividad característica de este pueblo se percibe también en la proliferación de taxis a estas graciosas horas de la mañana. Hasta los pájaros duermen. Tras varios intentos telefónicos fallidos, decido tirar de piernas y despertar a todo mi vecindario con el ruido de la maleta rodante. No estoy dispuesto a perder el tren con destino a mi Semana Santa.

Objetivo logrado, y mi maleta y yo conseguimos llegar al aeropuerto de mi ciudad favorita: Frankfurt.

Lo de favorita es más que nada porque estoy en pleno proceso de visualización y necesito convencer a Lola para que, el día que me toque cerrar este blog, convierta esta Metrópoli en mi próximo destino.

Pero a lo que iba, que a este paso mis queridos lectores surrealistas me van a acabar llamando "el persianas". Me adentro en el avión y empiezo a percibir visual y auditivamente juerga en la parte final del mismo. Las seis últimas filas estaban copadas por adolescentes del colegio Jesuitas de Zaragoza (resulta que conocía a uno de ellos). Y sí, lo han imaginado bien, Murphy que siempre me hace el check-in online con mucho cariño, me había reservado el mejor asiento en el epicentro hormonal.

En fin, saltémonos los detalles del avión y volemos directamente a Zaragoza, que es de lo que les quería hablar hoy. 

Llegada a mi querida ciudad de origen entre abrazos y caras de felicidad. Aunque haya pasado mucho tiempo desde la alegría del primer reencuentro, las emociones no varían. Esos potrillos salvajes colgados al cuello cual koalas en la rama del árbol. Debo reconocerles que la inclinación de la rama del árbol es cada vez mayor; en parte por la edad acumulada de este españolito, y en parte, por el proceso natural de crecimiento de los potrillos salvajes, que hacen que la balanza se vaya desequilibrando.

¿Qué les decía yo de la rama del árbol?

Domingo de procesiones. Lunes de procesiones. Martes de procesiones. Miércoles de procesiones. Jueves de procesiones y viernes de "Tschüss".

Lo mejor, como siempre, el aderezo: manjares culinarios, familia, viejos amigos, nuevos amigos, reencuentros inesperados, pacharán familiar a medio hacer (como la maleta rodante), gintonics, tapas, vinos, paseos diurnos, nocturnos, sol, calor y... agua de procesiones.

Agua de procesiones: dícese del agua que compartes mientras paseas y disfrutas de las mismas.

En resumen, muchas risas y una semana para el recuerdo. Este blog ayuda notablemente al susodicho -el recuerdo-, porque Dora, oigan, se ha vuelto de un selectivo... Por momentos hasta se le olvidó que mi lugar de residencia estaba en un pueblo de Alemania... del Este. No vean qué bajón cuando, de repente, lo recordó todo.


Encuentro de la Virgen Dolorosa y Jesús camino del calvario.
Jesús Nazareno. Paso favorito de la madre que me parió.

Como despedida, comilona familiar en el hogar de mi "sister", familia política manchega al completo incluida. A mi cuñado le tenían que condecorar con una estrella Michelín. La comilona estuvo bañada con los mejores vinos de Aragón y La Rioja, los mejores Miguelitos de Castilla la Mancha, y el me-salto-el-año-de-maceración-porque-me-muero-por-probarlo pacharán familiar, hecho con las mejores endrinas del Pirineo Aragonés. ¡Riquísimo!

Con el estómago lleno, o más bien a punto de reventar, nos volvimos a abrazar todos en el mismo punto de la estación de tren que seis días atrás. Tocaba regresar a mi querido y famoso en el mundo entero pueblucho alemán. Esa auto-hidratación ocular controlada. Esas gallinas cutáneas alborotadas. Ese momento en el que casi me cargo con mi maleta rodante una puerta de cristal de acceso a las vías, al no poder dejar de mirar hacia atrás.

Y cuando ya te quedas solo sentado en el tren, comienza el centrifugado de recuerdos. El tren arranca y la mirada se pierde en el secano paisaje aragonés. En el reflejo de la ventana, la vida de un expatriado que avanza a toda velocidad...

La nostalgia pasa rápido, más que nada porque siempre ocurre algo nuevo que supera a lo anterior.

Y así fue...




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