* La guía perfecta para no entender la vida de un expatriado, pero pueden intentarlo...

viernes, 3 de octubre de 2014

El bosque encantado

Sábado 20 Sept. 2014, 9:30am (acaban de descubrir la imprecisión temporal del blog).

Desde la cama y gracias a la generosidad no estanca del estor de mi ventana, vislumbro una espesa niebla exterior capaz de desmotivar hasta al más motivado. El que les escribe, sobro todo en horario matutino, no pertenece, ni aspira a pertenecer a ese grupo de privilegiados.

Un Nespresso, una exquísita tostada de Nutella (o dos) y una macedonia super hiper vitaminada e insípida de fruta (el sabor de la fruta en Alemania no es digamos su punto fuerte) consiguen empezar a despertar mis sentidos. Estos, sinceramente, no parecen tener mucha prisa, así que no me queda más remedio que recurrir al dicharachero refranero popular español: "el que tiene pereza, ni come ni almuerza".

¡Qué niebla ni qué ocho cuartos! ¡Alehop!

No se vayan a pensar ahora que he saltado de la cama en plan "poing" (onomatopeya de un muelle), porque no. Digamos más bien que he ido girando horizontalmente hasta el borde de la misma, desde cuyo lugar he iniciado un deslizamiento corporal que ha concluido con los pies en el suelo.

La semana laboral no ha sido especialmente generosa en cuanto a horas de ocio&deporte se refiere y como la maratón de Frankfurt está a la vuelta de la esquina -cuatro rotondas más adelante- acabo de decidir salir a correr. ¿Les apetece venirse conmigo a conocer el bosque encantado?

Venga, nos cogemos una pierna y contamos en alemán hasta diez: eins, zwei, drei, vier, fünf, sechs, sieben, acht, neun und zehn. Repetimos la serie numérica con la otra pierna por aquello de la igualdad de oportunidades. A continuación intentaremos tirar la primera pared que nos encontremos, dejando caer nuestro peso sobre ella. Si no conseguimos tirarla no pasa nada. Utilicen la serie numérica anterior para evitar que el Santo se vaya al cielo y pierdan cinco minutos de su vida apoyados en una pared. Hale, comenzamos:

Los primeros kilómetros son cuesta arriba. El cuerpo frío -algo fácil de conseguir dada la climatología característica del pueblo- siempre protesta ante la agradable perspectiva ascendente, pero ya saben aquello de: "el que algo quiere, algo le cuesta".

Si ya les digo yo que el refranero popular es de lo más dicharachero. Venga, para arriba, que entre queja y queja y así como quien no quiere la cosa entraremos en una especie de estado ralentí o "no hay dolor".

Km 3
Les diré que llevo en la mano una incómoda bolsita de avituallamiento (agua y plátano). La alimentación es fundamental -lo dicen mis queridos "brother&sister"- así que hoy estoy probando un nuevo método de entrenamiento. Al llegar al km 9 me canso de la bolsa y decido esconderla detrás de un soldado apache. No tengo ni idea quién es, pero tras mucho elucubrar cuál podría ser el escondite perfecto para mi avituallamiento, me decanto por este colega apache. 

Observarán que la bolsa queda perfectamente escondida para que nadie la pueda ver...

Km 9

Nos despedimos del soldado apache y continuamos corriendo entre la espesura húmeda del bosque. La niebla, por cierto, ya ha desaparecido y el sol se empieza a filtrar entre las ramas de los árboles. Mis verdes y daltónicos iris oculares, o marrones, daltónicos eso sí, no dan a basto con tanta tonalidad verde y marrón... o marrón y verde, vaya usted a saber. Pero lo cierto es que algo consigue llamar mi atención. Un rayo de sol uo o o...  Me doy cuenta que empiezo a cantar.

Las R pintadas en los troncos de los árboles (Rennsteig o ruta más famosa del bosque encantado) harán la función de migajas de Pulgarcito que utilizaremos para no perder el Norte -aunque uno ya lo perdió hace tiempo- y poder re-encontrarnos más tarde con el soldado apache y su tesoro escondido.

Km14

Al llegar a esta recta infinita, o autopista hacia el Cielo, me digo a mi mismo: ¡buah, paso! 

Mi no-puede-tener-los-números-más-grandes reloj digital me grita que ya llevo 1h15' corriendo y que es hora de volver. Calculo que habremos recorrido 14km. Ahora toca hacer el camino de vuelta. El re-encuentro con el soldado apache es, de verdad, toda una oda a la esperanza, sobre todo al comprobar que la bolsa sigue ahí. Mi cuerpo Serrano me lo agradece permitiéndome regresar a mi 1/3 de villa.

Yo no sé si el bosque estará encantado o no, pero uno desde luego está encantado de poder correr por él. Reflexión de la jornada: ¿en qué momento y por qué decidí apuntarme a la maratón de Frankurt? 

En fin... 

Y a ustedes, mis queridos lectores surrealistas, les mando muchos besos y abrazos desde...

"Das grüne Herz Deutschlands" (el corazón verde de Alemania).

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Expláyese con libertad y deje aquí su comentario: