* La guía perfecta para no entender la vida de un expatriado, pero pueden intentarlo...

domingo, 23 de noviembre de 2014

Party nº8: ¡mira quién baila!

Quien más, quien menos, o quien menos, quien más -ya empezamos a liarnos la manta en la cabeza- se habrá leído alguno de los capítulos de mi loca saga "Party nº5": el evento social del año por excelencia en mi querido pueblo de Alemania... del Este.

Y es que el evento en cuestión es, por calificarlo de alguna manera, excelente. Noche de gala donde las haya, con mis queridos conciudadanos tirando las villas por la ventana y luciendo sus mejores atuendos y abalorios. Y como el concepto "mejores" es amplio y divergente, pues claro, ahí te encuentras de todo: cardados con andamios ocultos, volantes, ombligos, botas, más volantes... Además, no se olviden que una de las señas de identidad de la humanidad por estos lares sigue siendo agujerearse los oídos y tatu-decorarse la dermis. 

¿Se han hecho ya una idea? ¿Sí? Pues ya les digo yo que esa idea que se han hecho no se aproxima a la surrealidad real de este lugar. Hoy estoy especialmente superlativo. Venga va, me voy a tomar un café. (...)

Momento Mr. Saxobeat de la noche.
Prosigo.

Nos reciben en el hotel con una alfombra roja y una copita de burbujitas del "Rheingau" (la mejor zona de vinos de Alemania). Empezamos a regalar sonrisas, besos y abrazos a diestro y siniestro. Y para siniestro el tatuaje que de repente me topo a mi diestra. Casi me da un soponcio "Pilato". ¡Madre mía! Abre los ojos y mira.

Momento indiscreción fotografiando la espalda de alguien.

Me repongo del susto y seguimos integrándonos en la fiesta. Vecinos, amigos, compañeros de trabajo, españolitos residentes, camareros, conocidos de vista (como el pueblo es tan grande), el fotógrafo de todos los años, todos se dan cita en el lugar.

Nos adentramos en una de las tres zonas de baile y con una muy afilada agudeza visual percibimos que la pista de baile está vacía. Ahí estaban los cinco componentes de un grupo de rock&roll desgañitándose en directo intentando alegrar el ambiente y todo el mundo sentado en los laterales observando.¡Es que no puedo con ese rasgo característico del carácter alemán! Esa apatía cero empática para con su alrededor, no sé si por timidez, frialdad o simplemente por estructuración mental. En fin...

Pero llegamos nosotros y, cómo no, nos pusimos a bailar, no por empatía, sino porque nos apetecía y nos dio la gana. Todo el mundo nos observaba y nos volvía a observar, pero pasamos deportivamente de los bebedores sentados colindantes y acabamos bailando el "Paquito chocolatero" al ritmo de no sé qué canción. ¡Olé ese arte y esa falta de sentido del ridículo! Pero es que, créanme, llegado un punto en la vida, importa muy poco lo que pueda estar pasando por la cabeza de según qué personas. Uno ya tiene bastante con Dora y su inmersión forzoso-voluntaria en el surrealismo absoluto.

Después del Paquito, vino el Michael Jackson, los coros al micrófono etc... Y así, entre pasos y pasos, la gente se fue animando y la pista de baile se fue llenando. Si es que estos alemanes sólo necesitan un empujoncito. Pero vamos, tampoco se vayan a pasar ustedes ahora de imaginación, porque la pista de baile se llenó sí, pero de parejas bailando pegados como si estuviera cantando Sergio Dalma, que no era el caso.

En fin, una vez conseguimos animar el cotarro, nos fuimos con nuestro mojito a otra parte...

Llegamos a la zona del hall del hotel con su glamurosa escalera de madera de Downton Abbey de principios de siglo XX (dato éste inventado) y abarrotada de gente. El típico DJ inflexible amenizaba el ambiente con los hits del verano: la conga, la mayonesa, el tiburón... Pero de repente, y sin pedirla, empezó a sonar una canción cuya versión original me tiene cautivado. (Denle al play antes de seguir leyendo). Ante el sonido de las primeras notas musicales, una pareja de españolitos -una con más arte que uno- se subió al escenario con la sangre alborotada. Se pueden imaginar quién fue el uno de los alborotados.

Y es que algunas veces, en según qué situaciones, sería más que conveniente que alguien me atara los pies. Pues sí, ante millones de espectadores (unos pocos menos también) y bajo las notas musicales del hit del verano nos marcamos una sevillana. ¡Olé el arte andaluz del que este españolito carece! Bueno, realmente fue una pseudo-sevillana adaptada al hit musical, pero bailada con tanto sentimiento que la gente lloró lo flipó. Por supuesto, nadie aplaudió y la fiesta continuó.


Me encanta la poca nitidez de la fotografía.
Y ya que estábamos ahí arriba en el escenario pues nos quedamos un par de horas dándolo todo. No, si casi me tenían que haber devuelto el dinero de la entrada. Me imagino a más de uno diciendo: ¡Mira quién baila!

Pero "as Mario Vaquerizo would say": Me da igual, ¡me encanta!

De verdad, un año más lo pasamos genial... Cómo pasa el tiempo. Vuela diría yo. A veces me da hasta vértigo parar, sentarme y con un café en la mano reflexionar sobre todo lo vivido, por eso obligo a Dora a no detenerse demasiado.

Todo comenzaba hace tres años con la "Party nº5" y, ya ven, acabamos de cerrar la "Party nº8". Cuánto dará de sí esta saga, sólo Lola lo sabe, pero de momento... ¿saben qué?

¡Que nos quiten lo "bailao"!


domingo, 9 de noviembre de 2014

Caída del muro de Berlín: 25 aniversario

¿Se acuerdan de mis vecinos abuelillos?

Él tiene setenta y nueve años y es todo un Casanova: pantalón vaquero rojo, camisa blanca con grandes letras protagonistas en los pectorales y matorral de pelo blanco engominado. Ella -la super abuelilla del último post- tiene unos cuantos años menos y es coqueta como una adolescente: pantalón negro de cuero, blusa blanca con cuello de plumas de algún avestruz. El vestuario es de la última película de Almodóvar, lo que viene a ser mi última fiesta de cumpleaños.

Pues esta pintoresca y cariñosa pareja, que vive enfrente de mi 1/3 de villa y suelen dar golpecitos en el cristal de su ventana por las mañanas cuando me voy a trabajar, tienen un recorrido histórico digno de ser escuchado.

Un buen sábado por la mañana de no sé qué mes, decidí ir a visitar un pueblecillo todavía más pequeño que el mío. Los abuelillos disfrutan sus fines de semanas con su super caravana en una mini parcela que tienen al lado del río Hörsel; el río que pasa por mi famoso-en-el-mundo-entero pueblo de residencia. El Hörsel realmente es un afluente del Werra, que es el río principal que va hacia el norte de Alemania a desembocar, una vez unido con el río Fulda, en el mar del Norte.

Orgullosos de su caravana y de su floreado jardín, decorado con enanitos y caracoles de cerámica -cualquier día de estos me aperece un enanito en casa-, me ofrecieron una copa de vino blanco y empezamos a charlar.

Sinceramente, me quedé embelesado con sus historias.

La abuelilla, henchida de orgullo, me enseñó cada detalle de la caravana (hasta el hornillo por dentro).

Los abuelillos vivieron felices y disciplinados con sus respectivas ex-parejas en la República Democrática Alemana (RDA o DDR en alemán). Pero cuando Alemania se re-unificó, ellos decidieron también unificar su historia de amor, y es que, por lo visto, ya se tenían el ojo echado. El cómo y porqué lo desconozco. No indagué suficiente.

Pero volvamos al riachuelo Hörsel... 

(Ahora seguro que están todos ustedes pensando que era más interesante la historia del amor re-unificado de la pareja. Para otra ocasión).

El río Hörsel fue una especia de frontera natural o puerta no controlada entre la antigua Alemania del Este y del Oeste. Parece mentira que hace tan solo 25 años, Alemania estuviera dividida en dos países, ¿verdad? Tan cerca y tan lejos.

Pues sí, tan solo hace 25 años, por esta zona desde donde hoy escribo libremente, las casas eran racionadas y sólo podías acceder al mercado inmobiliario cuando creabas una familia. De ahí que las chicas fueran educadas para tener hijos a una temprana edad. Y aunque el raciocinio se terminó con la caída del muro, digamos que la mentalidad educativa soviética dejó poso. Aún a día de hoy se pueden ver en LA calle del centro de la "city", con una normalidad y frecuencia pasmosa, chicas recién licenciadas en adolescencia empujando carritos de bebés. Con una mano me como el "Bratwurst" y con la otra empujo el carrito.

Vamos, que este españolito es un bicho raro, porque ni carrito, ni Bratwurst. Ya ven lo integrado que estoy en las costumbres del pueblo.

Una vez conseguían el pisito, otra de las costumbres no escritas era disponer de una antena parabólica ilegal, prohibidas por el régimen soviético democrático que recomendaba pacíficamente ver exclusivamente sus cadenas nacionales cero publicitarias. Ante el conocimiento del uso fraudulento  de estas antenas, el gobierno recurría a preguntas trampa a los niños en las escuelas para averiguar qué familias violaban la ley de televisiones. Si te pillaban -el niño ha contestado que anoche vio las "Mamachicho" en lugar de "Stalin y yo"- ya te podías preparar tú y tus familiares varios. Por lo visto los castigos no eran titulares, sino extensivos.

Entre historias e historias, ahí seguíamos en el camping sentados en tres sillas blancas y bebiendo un vino blanco de dudosa calidad. A nuestro alrededor, todo lo que veíamos era la casetilla, la caravana y una inmensa pradera verde.

He ahí la pradera
-¿Ves esos árboles de allí? De repente me preguntó el abuelillo Casanova.

- Pues sobre cada uno de esos árboles se posicionaba un soldado y disparaban a todo aquel que intentaba cruzar el río Hörsel para escaparse al Oeste. Y no fueron pocos los que intentaron cruzar sin éxito el río...

Me quedé helado ante esta espontánea afirmación y le tuve que dar un buen trago a la copa de vino (y eso que no me estaba gustando nada).

Pues sí, la preciosa pradera verde era zona vetada por su proximidad a la línea divisoria. Él trabajaba en aquellos tiempos conduciendo una grúa y remolcando coches averiados.Vamos, que disponía de un permiso especial que le permitía acercarse a la zona vetada y me imagino que presenció de todo.

- ¿Y qué es lo que hicisteis entonces el primer día después de la caída del muro? Pregunta original que formulé.

- Todos quisimos ir a conocer el Oeste de Alemania y la carretera se colapsó de coches. Ahí no había quién avanzara y con tanto humo pensamos que moriríamos todos contaminados.

Ambos cochecitos RDA (Trabant y Wartburg) no destacaban especialmente por un optimizado consumo de combustible, ni de emisiones de gases. Pero no murieron y llegaron a su destino: Bad Hersfeld, primera localidad al otro lado.

El problema era que el "Ostmark", la moneda de la RDA, estaba muy devaluado, así que supongo que muchas compras no hicieron ese día en Bad Hersfeld. En el mercado negro, el "Ostmark" se cambiaba por marcos alemanes a 1/5 y hasta 1/10. Vamos, tu me das cinco "Ostmark" y yo te doy un marco alemán y si me apuras o te veo muy necesitado te pido hasta 10 "Ostmark" por el cambio, total, estamos haciendo algo ilegal.

Compras no harían, pero sus cabezas seguro que empezaron a vislumbrar un mundo de oportunidades.

El vino se terminó -el nuestro, el del camping- y ahí estábamos los tres enfrente de esa inmensa pradera verde viendo soldados en blanco y negro apostados en los árboles sin saber qué hacer. La autopista colapsada de coches y llena de humo y la cara del abuelillo Casanova rejuvenecida y con un brillo especial en sus ojos. De repente me soltó:

- "Das war das grösste Ereigniss in der deutschen Geschichte". (Ese fue el mayor acontecimiento de la historia alemana: la caía del muro).

Nos despedimos y les juro que me fui con una mezcla de sensaciones que no les puedo describir.

Hoy celebramos el 25 aniversario de la caída del muro de Berlín y, no sé, me apetecía dejar plasmado para el recuerdo del blog las historias del camping de mis queridos abuelillos.

Aunque la gente reconoce lo bien que se vive actualmente, siempre percibo en sus caras una cierta nostalgia de su antigua forma de vivir. Por lo visto la gente era feliz y a las familias no les faltaba de nada. A su manera, pero todo el mundo tenía trabajo, comida, sanidad, seguridad en la calle etc...

Pero claro, les faltaba una cosa fundamental: LIBERTAD.

¿Se imaginan un blog como éste hace 25 años?




sábado, 8 de noviembre de 2014

... y la vida continuó.

Después del subidón del otro día con la maratón de Frankfurt, la vida volvió a la anormalidad característica del blog. Eso sí, estuve cuatro días con las piernas "cabreadas" conmigo por haberlas obligado a correr tantos kilómetros seguidos. Como castigo, las muy cabras superlativas se compincharon para no dejarme bajar escaleras. Ya me ven deslizándome como alma en pena asido a los barandados... Un cuadro.

Pero bueno, el esfuerzo mereció  la pena, que las acciones de energía plus plus cotizan muy caras y el otro día yo me llevé unos cuantos dividendos. De hecho, aún sigo disfrutando de ellos a pesar de la amiga "Estrés" que, oigan, le ha dado por quedarse en el pueblo. Yo no sé el qué habrá visto de atractivo.

La cuestión es que con "plus plus" y "Estrés" la vida continuó y, así como quien no quiere la cosa, este españolito cumplió 38 años. ¡Mol fort! Para celebrar mi alejamiento de la adolescencia dijimos, oye, ¡qué mejor que una "gulash-party" por todo lo alto con la comuna vecinal al completo!

Luces, cámaras, música a tope y... ¡acción!

Total, estábamos todos los vecinos reunidos, en plan jamás serán vencidos, así que no quedaba nadie por los alrededores de la villa que se pudiera quejar y llamar a la... "eins, zwei, Polizei". La tarde -la fiesta empezó a la una del mediodía- tuvo de todo, pero principalmente... bailamos y bailamos.


Les diré que una de las cosas que más ilusión me hizo de toda la celebración, además de comprobar la alegría reinante entre todos los allí presentes, fue la tarta que me regaló mi querida super abuelilla. La estrujé con un abrazo verdadero cargado de emoción. Y es que no es el valor material de las cosas lo que consigue romper la coraza de mi "Herz", ni mucho menos, sino la generosidad y el cariño percibido en cada mínimo detalle.

Izda: regalo de la super abuelilla. Dcha: Patatas riojanas a la alemana, vamos, un delicioso gulash de ternera.

Lo de la super abuelilla, de verdad, es de capítulo aparte. Es la vecina de enfrente que, desde hace ya un tiempo, viene a limpiar mi 1/3 de villa. Bueno, más que limpiar, les puedo asegurar que cuida de mí como si fuera su hijo. Cada semana me deja una carta y un ramo de flores nuevo. Les transcribo la primera de ellas traducida a mi manera. De esto hace ya un año:

"Querido Óscar:
El frigorífico estaba inundado porque el tapón de drenaje lo tenías obturado. No olvides que lo tienes que limpiar regularmente. La bolsa del aspirador está llena y no había recambios. Las flores de la cocina estaban muertas y te he puesto unas nuevas. El horno no se podía ni mirar por dentro. Las bolsas de la basura mejor que las tires tú..."

A la siguiente semana -de esto hace un año menos esa semana- estando tirado en el sofá con mi anda-que-no-tendrá-años pijama del pequeño Calvin, de repente suena el timbre. Abro y aparece la super abuelilla con un cargamento de produtos: bote para el café, trapos nuevos, fregona escurridora-centrifugadora con poderes mágicos, colección de limpia cristales. Les juro que lo flipé. Pensé:

- Madre, ¿dónde me he metido? o mejor dicho, ¿a quién he metido en mi casa? Me leyó la cartilla (y la factura) y ya me ven a mí:

- OK, danke, super.... ja, ja, danke. Alles klar. Ich mache es... Danke. Tschüss. Les traduzco:

- OK, gracias, super... sí, sí, gracias. Entendido. Lo haré... Gracias. Adiós.

Y la última -de esto hace sólo dos semanas- es que me está llenando el invernadero de flores. Oigan, que poco a poco va llegando el frío y hay que ponerse a resguardo; y sus flores no iban a ser menos.

Izda: última carta (lo del toro no tiene desperdicio); Dcha: "Wintergarten" o invernadero florido.

Pero, ¿saben qué? Un año después de pedirle a la abuelilla que viniera a poner un poco de orden en mi casa, estoy encantado de la vida. Y el fin de semana pasado, con la alegría del "gulash", así se lo hice saber, ya no sólo por la preciosa tarta que me regaló, sino por todos y cada uno de estos momentos compartidos.

Ya ven... empiezo hablando de una cosa y termino con otra. Aquí no hay orden, ni concierto. Si vas a Calatayud, pregunta por la Dolores...

Hoy, sábado soleado, he vuelto a salir a correr (desde la maratón mi piernas se habían negado) y las sensaciones han sido muy buenas. El entorno invariable: abuelillos y abuelillas paseando a orillas del río Hörsel y LA calle del centro de la "city" abarrotada de personas con un "Bratwurst" en la mano. Entenderán que a Dora se le vaya mucho la pinza, ¿oh?

En fin, me voy a tender la ropa.