* La guía perfecta para no entender la vida de un expatriado, pero pueden intentarlo...

domingo, 15 de febrero de 2015

Alucina Fuentespina

Rojo que te quiero rojo; bueno y algún que otro violeta también. Ya está el daltónico que todo lo ve...

Añejo al olfato. -¿Estará pasado? Centrifugo la copa y decido darle una segunda oportunidad. Las primeras impresiones no siempre son acertadas, ¿no? Meto mi prominente narizón dentro de la copa. Buff, complicado: tanto el meter el narizón dentro de la copa, como el tratar de discernir algún olor. -Esto huele a viejo o a madera pasada.

En fin, sigamos con aquello de las oportunidades.

Sorbiendo estoy. ¡Venga! ¡Explosión de sabores! -A mí me sabe a vainilla. Pues a mí me sabe a piel. ¿Será bueno que un vino sepa a piel? Vuelvo a plantearme la opción radical de tirar la botella y abrir una nueva.

Deshecho la opción y seguimos analizando.

Observo las caras de mis queridos Teufelcillo y Pedro. -Pero quién me mandará a mí meterme en regalar un vino sin haberlo probado previamente. ¡Vivan los riesgos! Menudo "cacao maravillao" llevamos con el vinito.

Me alimento en un intento por amortiguar la eclosión del vino. Mientras como, mareo la copa en plan: -A esto hay que meterle oxígeno. No me puedo resistir y vuelvo a darle otro sorbo.

-Piel, vainilla y... ¡un bosque entero de frutos rojos! Aquí hay de todo. El que lo haya elaborado se ha quedado tan ancho. 

Y de repente todo desaparece. -Joder, pues sí que ha durado poco la intensidad. Tránsito fácil, sin tráfico ni congestiones y, oye, que a otra cosa mariposa.

La cena transcurre entre risas y discusiones terapéuticas. Al rato acabamos corporalmente extendidos en el sofá, con el vino jugando con nosotros al despiste. Observamos que el cristal de las copas está lleno de huellas: labios, dedos y lágrimas de vino; vamos, alcohol a tope. Encima nos ha salido llorón. Del todo despistados decidimos dar por concluida la velada. -¡Cariño, mañana a las 16h en casa! Si no fuera por estos raticos...

Desaparezco en mi querida Suite 105 (cuarto de invitados) y caigo rendido a los deseos de Morfeo.

El día después, entre reunión y reunión, reconozco que tuve algún que otro momento de recuerdo de la noche anterior. Nunca me había pasado con un vino que el día después volviera a pensar en él. -¿Era vainilla?¿Arándanos? Me voy a tomar un café...

Y por una vez no estoy ironizando, ni hablando de resaca. Fue una reflexión real sobre lo vivido con el vino la noche anterior. Los sentimientos experimentados. La manera de afrontarlo de principio a fin. La importancia de las personas acompañantes a la hora de eliminar efectos astringentes.

En resumen, un vino complejo lleno de contradicciones que me imagino que habrá que ir conociendo. Pero en la dificultad de los acuerdos reside la gracia, ¿no les parece? Y como uno es así de indómito, he decidido que volveré a intentarlo.

Moraleja: La vida es un Fuentespina (crianza 2009).


Inclinen la cabeza 10º hacia la derecha para observar la foto.


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