* La guía perfecta para no entender la vida de un expatriado, pero pueden intentarlo...

sábado, 23 de mayo de 2015

Y Erasmus se perdió en el pueblo

Después de la tempestad siempre llega la calma y si no llega, pues a navegar se ha dicho.

Resulta que hace dos semanas perdí mi móvil personal y, aunque al principio me llevé un cabreo y disgusto descomunal, a día de hoy soy feliz viviendo exclusivamente con el móvil del trabajo. Digamos que me he quitado una dependencia de mi vida. Las drogas son malas. Pero, ¿saben cuál es mi teoría para superar las penas? Se la confesaré. Siempre hay alguna que otra excepción, pero en general funciona... Aquí va la teoría:

"Si algo te atormenta actualmente, no te preocupes porque en breve sucederá algo nuevo que te atormentará todavía más o por lo menos te hará olvidar la tormenta anterior".

¿Cómo se han quedado? Eso sí, de cada tormenta intenten sacar siempre alguna lección aprendida, para que por lo menos las tormentas sean distintas y no se encuentren siempre debajo de la misma nube. Imagínense ahí con un paraguas, sin moverse, debajo de la misma nube. No es plan, ¿no?

En fin, que esta semana no les quería hablar de móviles, ni de nubes -mira que me gusta hacer trascendental lo intrascendente-, sino de Erasmus de Rotterdam y de su visita al pueblo. Sí, unos amigos del alma y del corazón de mi inolvidable año Erasmus llegaron el fin de semana pasado a este pueblo y vivimos uno de esos fines de semana que quedan guardados por una buena temporada en el disco duro de Dora.

Primera pareja: ella de Finlandia -mi queridísima vecina de residencia estudiantil- y él inglés de pura cepa con ramificaciones indias. Ambos dos, residentes en Bruselas.

Segunda pareja: ella de Bilbao y él de Logroño. Ambos dos, de buena crianza riojana y residentes en Munich.

El re-encuentro tuvo lugar en mi jardín. Ahí estábamos todos echándonos unas buenas risas rememorando todo lo vivido desde que Erasmus de Rotterdam nos uniera allá por el año 1997. ¡Qué fuerte! ¡Cómo pasa el tiempo! 18 años a nuestras espaldas y a nuestras caras y sin que apenas se note... (Si tienen una opinión distinta al respecto, se la guarden).

Ante la alegría de la visita, el comité organizador preparó un pack completo para turista perdido en el pueblucho éste de Alemania... del Este:

- Champagne de bienvenida en el jardín de mi villa de principios del siglo XX; la villa, no el champagne.

-  Barbacoa maridada con un espectacular vino de la tierra de la pareja número 2. En la velada no faltó la típica bronca de los vecinos desagradables, por estar hablando  en el jardín pasadas las diez de la noche. -"Ich werde gleich die Polizei anrufen...!!" Oigan, que hasta consiguió que nos callásemos por unos segundos. Nos dio así como un susto escuchar gritos en alemán por detrás del seto. Al rato seguimos hablando y riendo como si nada y la policía nunca llegó.

- Desayuno en la terraza de mi hogar al calor del sol. Esta es una de las siete maravillas del pueblo. Todos apretujados cual caracoles buscando el mejor rayo de sol uo o o (lo canten), con el zumito de naranja natural y la tostada de Nutella en la boca. A estos desayunos se suelen unir a distancia los vecinos agradables, que saludan sin ningún tipo de pudor desde sus hogares. Viva la privacidad. "Atención, atención. Hay cuatro elementos no identificados en casa del españolito..."

- Paseo matutino por el bosque, con bronca incluida de un abuelo amargado de la vida, por haber osado a poner mi pie en el canto de un banco. -"¡¡¡No te das cuenta que alguien se puede sentar después!!! ¡¡¡Extranjero!!! Al desearle que pasara un buen día, me pilló el acento de españolito. Yo alucinaba. Bueno, realmente no. Más que alucinación, es un sentimiento de pena. Ya son muchos años por estos lares y les tengo muy pillado el punto. Tengo otra teoría para esta amargura:

"Hay personas que se colocan voluntariamente debajo de una nube y necesitan compartirla". 

Pues nada, que les vaya bien...

Thüringen Wald (el bosque) lleno de Trolls y mosquitos.

- Excursión al castillo del pueblo (Wartburg), donde nos juntamos con todos los turistas del inserso de Alemania. Nunca había visto el castillo tan repleto de gente. Ya saben ustedes que Luthero tuvo que esconderse en este castillo por su atrevimiento de traducir y reinterpretar la Biblia a su libre albedrío. Pues que sepan que este mismo, Luthero, se inspiró en la obra de Erasmus de Rotterdam; sí, el causante de la unión actual de tantos y tantos estudiantes europeos. Perdón, nos hemos ido -bueno realmente me he ido yo solito- por los cerros de Úbeda. Volvamos...

Preciosa vista panorámica del pueblo, pueblito, pueblo, pueblo de mi corazón. Al fondo, el castillo Wartburg.

- Arroz negro con pescado congelado del río Hörsel - o vaya usted a saber de dónde traen el pescado a esta pueblo- y latas de calamares en su tinta de "Spain-twelve points". La elaboración del arroz es muy fácil, rápida y divertente y queda espectacular. Te chupas los dedos y te los vuelves a chupar.


¿Ven la chola o zapatilla de casa debajo de la silla?

- Remate de fiesta con un espectacular y elaborado mojito de fresas en el hotel de lujo del pueblo donde, pese al absentismo de los últimos meses, siguen haciéndome sentir como en casa cada vez que aparezco. Unos saludos y una efusividad al entrar... Ya saben ustedes, mis queridos lectores surrealistas, que me encantan las sonrisas anónimas gratuitas, pero ante la falta de ellas, me alegro y mucho con cualquier otro tipo de sonrisa.

Y de repente un tren se aleja a toda velocidad. En el andén de la estación, un españolito ondea la mano al viento. Los besos se difuminan en el aire.... El tren desaparece. No hay nubes en el cielo.



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